Esta historia comienza cuando terminas de jugar un partido y llegas a casa.
Un jugador o jugadora cualquiera termina de jugar y llega tan feliz a su casa, aunque triste porque tuvieron la victoria cerca pero al final se escapó. Cuando llegas a casa y piensas que te van animar, que te van a decir que eso es solo un juego, que lo importante es divertirte, que lo importante es haberlo dado todo por tu equipo y por el club, y de repente, nada de eso sucede y solo te critican. Por un lado, te dicen que no sabes defender, por otro que no corres nada, y tú te quedas pensando «para que juego», «me voy del equipo». En ese momento, se lo comunicas a tus compañeros y como si de adultos se tratara empiezan a llover comentarios positivos.
- Eres el mejor defensor.
- Te lo curras un montón.
- Solo llevas un año o menos jugando al baloncesto.
- No te vayas del equipo.
- Di cosas positivas a ti mismo.
Y como último mensaje, te llega uno que dice «yo al menos te he cogido cariño y sin ti, los entrenos serían distintos, no es solo el trabajo que hagamos en la cancha, en los entrenamientos, sino que somos una familia o eso me gustaría que fuésemos«.
El final de la historia es feliz y saben ¿por qué? porque ese jugador o jugadora y gracias a sus compañeros de equipo ha decidido quedarse en el equipo y sudar la camiseta por su equipo y por su club.